miércoles, 27 de julio de 2011

Columna N° 27 año 2

El Supremo Gobierno (que rara suena esa frase en estos días) ha tenido a bien invitar a los partidos políticos, a todos, a conversar sobre el problema que, artificialmente,  ha creado el Partido Comunista con la educación en Chile.

Los partidos de la oposición, ex Concertación, en un principio aceptaron la invitación e incluso alabaron la iniciativa de diálogo del gobierno. Poco antes de la acordada reunión, inopinadamente, comunicaron que no asistirían. La razón invocada para tal descortesía: “los máximos jefes de los partidos de la Concertación, decidieron que, previo a reunirse hoy con el Presidente Sebastián Piñera, es necesario que el Gobierno reciba y dialogue con los estudiantes y actores sociales movilizados por la educación.”

La razón invocada, en si misma, podría considerarse válida y como una legítima aspiración de los invitados, sólo si se hubiera argumentado para rechazar la invitación, pero, en ningún caso, después de haberla aceptado y acordado fecha y hora. La inasistencia es lisa y llanamente una grosería. La causa existía antes de acordar la reunión, de modo que es perfectamente legítimo pensar que están faltando a la verdad. Las razones son otras. Tamaña falta de mínima urbanidad cívica, lejos de humillar al gobierno, como se ha dicho, sólo daña la escasa respetabilidad que les está quedando.

En fin, es una lástima. Una verdadera lástima que se haya desaprovechado esta oportunidad para, al menos intentar, recuperar en algo la legitimidad de los partidos políticos como actores principales en la solución de los problemas nacionales. En cambio, se ha preferido potenciar la iniciativa comunista, afirmando que el problema lo debe resolver el gobierno directamente con los actores sociales. Todos sabemos a qué sector político pertenecen los líderes del movimiento por la Educación.

Es de esperar que el gobierno no los invite a la ceremonia que se realizará en La Moneda para celebrar el término del conflicto.

Pero han pasado otras cosas aparte del problema de la educación y la firma del contrato de Alexis.

Se anuncia, por fin, la injustificada pero explicablemente postergada portabilidad numérica (que denominación más torpe). Veremos algún grado de competencia en los servicios de telefonía, al menos inicialmente, hasta que se afinen los mecanismos de la colusión.

En la misma materia, se anuncia también que, desde ahora, ya no servirá para nada robar un teléfono celular. Sólo con el aviso de robo las compañías deshabilitaran los aparatos y quedarán inutilizados. La medida parece, y es, muy conveniente, sin embargo este observador social no puede dejar de constatar que para esto no ha sido necesaria ninguna modificación técnica. Basta un decreto y lo empezarán a hacer. ¿Qué estaban esperando las empresas para aplicar estas medidas? No era conveniente para ellas inhabilitar aparatos robados que podían seguir generando tráfico telefónico y los consiguientes ingresos.

Cosas parecidas se están empezando a ver en el “retail” y la revisión de contratos en los que se han detectado cientos de cláusulas abusivas. No está tan mal. Bien ha valido la pena esperar un año y medio si ya llevábamos esperando veinte.