martes, 18 de octubre de 2011

Columna N° 33 año 2

Un alto porcentaje de lectores de esta columna (una hermana y mi hija) me han hecho ver insistentemente (una vez  cada una) su extrañeza por la larga ausencia de este observador de su Columna de opinión.

Como están las cosas hoy en nuestra amada patria, he creído conveniente hacer caso de estas peticiones para no arriesgar que pasen a la “vía de los hechos”, procedimiento que ha demostrado su alta eficacia en nuestros días.

En todo caso, y a manera de explicación (que a nadie interesa) les cuento que la ausencia de este escribidor se debió a un breve viaje a Melmak en busca de la paz y tranquilidad que da el hacer caso omiso de las noticias del acontecer nacional. Lamentablemente, a mi regreso, forzado por cierto, me he encontrado con el lamentable espectáculo en que todo sigue exactamente donde lo dejé.

Tal observación sin embargo no me provocó gran congoja por razones que desconozco, pero que sospecho.

Durante mi viaje a Melmak, como parte del servicio de abordo, pude disfrutar excelentes programas científicos y periodísticos referidos a otras latitudes (y longitudes también) que me han permitido ver, ahora, nuestra realidad nacional desde una perspectiva distinta y el resultado me ha parecido muy tranquilizador.

Por una parte, los programas científicos que disfruté en el cable me hicieron poner en perspectiva la realidad, ridículamente insignificante, de nuestra querida tierra en la inmensidad del espacio. A los lectores que no sufran de vértigo le recomiendo esa fascinante aventura.

Solo a manera de invitación les recuerdo que nuestro sol, y su sistema planetario, es sólo una, de las más pequeñas, estrellas de los varios millones que forman nuestra Vía Láctea, y que ésta es sólo una de varios millones de galaxias.

Por su parte, el tomar conocimiento más detallado de lo que pasa en el mundo, y especialmente en nuestro “barrio”, permite comparar nuestra realidad provinciana con el verdadero desastre que se vive en el mundo.

La crisis financiera es de tal magnitud que nuestros problemas domésticos son menos de lo que es la tierra en el universo.

El derrumbe en cadena, como piezas de dominó, de gobiernos del medio oriente, el descontento social de “indignados” y otros grupos, el desmoronamiento del imperio yanqui, la caída de la unión europea, el surgimiento de nuevas dictadura en América del Sur  y un largo etcétera, hacen ver que nuestro chilito, con Camilas, Giorgios y demáses, se paree a la legendaria Jauja.

De manera, mis queridos lectores, que al menos en esta columna no me voy a referir a nuestros insignificantes problemas y me voy a limitar a invitarlos, cordial y sinceramente a mirar nuestra realidad, nuestros problemas, bajo una perspectiva más amplia.

Estoy seguro de que así llegarán a las mismas conclusiones que este observador social y pondremos todos nuestro mejor empeño en cuidar lo que tenemos y dedicarnos a construir en lugar de destruir.

Como diría el niño del comercial: ¡Pero si somos hermanos!