viernes, 22 de julio de 2011

Columna N° 26 AÑO 2

Me temo que con esta columna me voy  a ganar el título de E.T. Desde luego no por “extra terrestre”, sino por Energúmeno Troglodita, debido a que se me ocurren de repente cosas que hasta yo me asusto.

Vamos viendo: ¿En qué parte de la Constitución o las leyes dice que si a alguien se le  cae la casa por un terremoto, el Gobierno se la tiene que reconstruir? ¿Y rápido? ¿Dónde dice que los maremotos son responsabilidad del Estado y que éste se tiene que hacer cargo de reparar los daños? ¿Desde cuando las consecuencias de las nevazones son una responsabilidad que el Estado debe cumplir rápida y suficientemente, incluyendo la alimentación del ganado? ¿Dónde dice en la Constitución que la educación universitaria, gratuita y universal, es un derecho?

El vergonzoso espectáculo presentado por los pobladores de Dichato parece indicar que ellos saben donde dice esas cosas. No se entiende de otra manera la actitud tan violenta que han tenido para “exigir” al Gobierno la pronta reconstrucción de sus viviendas, incluso indicando condiciones y características. Lamentablemente, la autoridad, un tanto acomplejada, solo ellos saben porqué, se deshace en disculpas y promesas  de pronta solución. De lo que pasa con los universitarios mejor ni hablar. Ya sacaron a un Ministro, y van por el nuevo. Pero todos sabemos que su objetivo está más arriba.

Espero que mis eventuales lectores entiendan que este observador social no está proponiendo que el Gobierno se encoja de hombros y no preste ninguna atención ni ayuda los damnificados, reales y de los otros. No propone eso, pero quiere llamar la atención sobre la manera, de inusitada violencia, en que los afectados reclaman sus supuestos derechos. Desde luego que debe socorrerlos, y lo más diligentemente posible, pero no  justifica la forma en que se demanda la ayuda.

El creciente “asistencialismo” que se está instalando desde hace años en el país es muy posiblemente la causa de este estado de cosas. Lamentablemente se ha confundido la necesidad ética de ayudar a las personas con medios para que solucionen sus problemas, con la formula fácil de “entregar soluciones hechas”. Esto ha contribuido a inhibir el espíritu de autoayuda y de superación personal. Ya nos hemos acostumbrado a ver en cada catástrofe, tan naturales para nosotros, gimnasios repletos de damnificados acostados y arropados en colchonetas de la Onemi, mientras brigadas de universitarios, militares, carabineros, Cruz Roja y otros acarrean bultos de ayuda y construyen viviendas de emergencia.

Y el problema no es de recursos, es de actitud. No se trata de destinar menos medios a las campañas de ayuda ante las emergencias, sino de la forma en que se hace. Tampoco se trata de que los afectados sean naturalmente incapaces de ayudarse ellos mismos, sino que de la manera en que se les inhibe la propia iniciativa.

Insisto, no se trata de ayudar menos, se trata de ayudar más y mejor. Si no confiamos en nosotros mismos, en nuestra capacidad de trabajo, en nuestro animo de lucha ante la adversidad, en nuestro espíritu de superación, será muy difícil en un plazo breve superar las emergencias. Y mucho menos podemos en soñar con el fin de la pobreza extrema.     

Columna N° 26 año 2