miércoles, 14 de septiembre de 2011

Columna N° 32 año 2

Algo huele mal en Chimbarongo.

Todas las señales de lo que está pasando en nuestra economía están apuntando a que “algo no anda bien”. La educación, las isapres, la banca, el retail, telefonía, agua, electricidad, combustibles, etc., etc. están mostrando claros signos de que vamos mal.

Para quienes hemos creído, y seguimos creyendo, que la economía de libre mercado es la que mejor conduce al desarrollo, este problema nos pone frente a un desafío que no podemos eludir. Alguien dijo una vez que si la teoría no explica bien lo que pasa en la realidad, es la realidad la que está mala. Y eso es lo que ocurre en nuestra tierra querida, la realidad está mala.

Entonces, ¿Qué hacemos?, O cambiamos la teoría o cambiamos la realidad. Como yo sigo creyendo que la teoría está bien formulada, creo que no nos queda más remedio que intentar cambiar la realidad.

Deberíamos abocarnos entonces a averiguar cuales son las cosas de la realidad que no funcionan como debiera, de acuerdo a nuestra teoría, y qué y cómo debemos cambiarlas.

Para que me entiendan, les cuento que la teoría que estamos aplicando funciona bien en una realidad en que se cumplen algunas cosas básicas, como las siguientes, al menos:

Existe un número de compradores y vendedores de bienes y servicios tan grande que ninguna persona o grupo puede influir en el precio.

Las empresas ofrecen bienes y servicios idénticos,  homogéneos, estandarizados y divisibles en cualquier medida.

La información es perfecta sobre todos los bienes y servicios en el mercado, sus características  y sus precios, no es necesaria la publicidad. Todos saben todo.

Existe completa libertad para que cualquier persona o empresa inicie o termine la producción de cualquier bien o servicio. Libre entrada y salida.

Esa sería una economía de competencia perfecta en donde no sería necesaria la intervención ni la regulación del estado para su funcionamiento adecuado.

Pero tal competencia perfecta no existe de modo que es indispensable la regulación de ciertos mercados por parte del estado. Ahora, que esa regulación sea buena o mala, ese es otro problema.

No existe la competencia perfecta, así como tampoco existe un estado perfecto, de modo que más nos valdría empezar a discutir en serio un modelo de economía con predominio del mercado pero con la adecuada regulación del estado en las áreas más imperfectas.

Es un trabajo serio, para gente razonable y pragmática, no es para fanáticos de concepciones extremas. Ojalá nuestros dirigentes políticos pudieran despojarse de sus fantasías ideológicas y emprender este trabajo con los ojos puestos en el bienestar de todos los chilenos.

Ya pudimos probar la supremacía del estado sobre el mercado y la supremacía del mercado sobre el estado. Ha llegado la hora de probar “la justa medida”. Encontrarla es la tarea de hoy. Y no hay mucho tiempo.