jueves, 7 de julio de 2011

Columna N° 21 año 2

En estos días del Señor se me está haciendo difícil escribir esta columna en términos optimistas. Salvo que uno quiera hablar de fútbol, claro. Por ahora.

En los últimos días hemos presenciado el triste espectáculo dado por los dirigentes estudiantiles y de profesores, y de varios políticos.

Cuesta entender cómo no se dan cuenta ellos mismos de que sus planteamientos y demandas se alejan cada vez más del ámbito de la educación. Reforma de la Constitución, nacionalización del cobre y otras similares son demandas que nada tienen que ver con los problemas de la educación, pero son fiel reflejo de las aspiraciones permanentes del Partido Comunista Chileno, uno de los pocos en el mundo que todavía cree en esas cosas.

Es de lamentar que los jóvenes chilenos, especialmente los universitarios, que debieran ser, por naturaleza, críticos y reflexivos, se dejen instrumentalizar por un partido que tiene tan escasa significación en las preferencias de la ciudadanía.

Más lamentable resulta aún constatar la reacción que han tenido estos dirigentes ante los últimos anuncios del gobierno en materia educacional. Sin leerlos, ni mucho menos analizarlos, han salido en coro a rechazarlos.

Por ese camino sólo conseguirán perder el respeto y adhesión que puedan haber tenido de parte de la población en general, y de sus mismas bases estudiantiles que tarde o temprano descubrirán su juego.

Vergüenza para ellos.

Por su parte las encuestas, siempre las encuestas, siguen mostrando la poca simpatía mayoritaria por el gobierno, en grados que nos se explican del todo por el actuar de éste o por la situación general del país.

El problema real seguramente se encuentra en una campaña sistemática de los partidos opositores que han contado, además, con el apoyo, esperemos que involuntario, de los partidos de gobierno.

Está quedando claro, una vez más, que la siembra de odio y resentimiento en Chile siempre tiene buenas cosechas.

Los mismos que no fueron capaces de juntar la adhesión necesaria para mantenerse en el gobierno han conseguido en poco tiempo crear una ambiente de rechazo al nuevo gobierno. No importa lo que se haga, lo rechazan todo, mienten, engañan, falsifican y, tergiversan. No aceptarán que perdieron.

Es curiosa la forma en que expresan diariamente su “profunda convicción democrática”, haciendo todo lo posible por conseguir el fracaso del gobierno, olvidando los intereses nacionales y pensando sólo en recuperar el poder. No para servir, sino para seguir sirviéndose de él. Han llegado incluso a insinuar que el gobierno podría abdicar.

Es hora de que el Presidente asuma de una buena vez que fue elegido para una “nueva forma de gobernar”, que impulse su programa, y que deje de preocuparse de que tiene que ser simpático y querido por moros y cristianos. Eso, Señor presidente, no es posible aquí, ni en la quebrada del ají.
   

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